Se conmemoran 50 años del fallecimiento del tal vez mejor guitarrista de todos los tiempos, Jimi Hendrix.

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Podríamos empezar esta nota haciendo un breve repaso por la infancia y la familia de Jimi Hendrix, pero no, no lo haremos así. En su lugar, vamos a irnos a agosto de 1969, un año antes de su muerte y nos vamos a parar en una finca de un pueblo a las afueras de Nueva York en donde se llevó a cabo uno de los conciertos más importantes de la historia, el Woodstock Music and Art Fair.

Cerca de 500.000 personas vivieron las jornadas de un festival que estaba hecho para 2 días pero que por cuestiones naturales y de producción se tuvo que alargar hasta la mañana del lunes 18 de agosto de 1969. ¿El encargado de cerrar? El joven Hendrix que tras pasar la noche anterior sin dormir salió al escenario a eso de las 8 de la mañana para absorber la poca pero entusiasta energía de los espectadores, transformarla y devolverla revitalizada.

Ese día sucedió algo trascendental no solo a nivel musical sino también a nivel social. Jimi Hendrix, quien había “aparecido” discograficamente hablando apenas 2 años atrás, interpretó el himno de los Estados Unidos por cerca de 4 minutos, transformando su melodía e incorporando sonidos con su guitarra, hechos de manera improvisada, por supuesto, los cuales se asemejaban a los crueles sonidos de la guerra que por esa entonces vivía su país en Vietnam.

 

Devolviéndonos un poco, en el Siglo XIX era una práctica común escribir nuevas letras sobre canciones antiguas siendo esta una forma de comentar sobre política y cultura, una tradición a la cual se le conocía como Balada Lateral. Así fue compuesto The Star Spangled Banner, el himno de Estados Unidos. Según una investigación de Mark Clague, profesor de Musicología de la Universidad de Michigan, existen cerca de 200 canciones escritas con la melodía de The Star Spangled Banner, siendo una de ellas la de Francis Scott Key, el poeta, abogado y escritor, autor de la letra del himno norteamericano en 1814.

Aunque en la versión de Hendrix no existió la letra, podríamos decir que el guitarrista continuó con esta tradición de reescribir sobre melodías antiguas, siendo su aporte las distorsiones de guitarra, los efectos y los rasgueos que imitaban explosiones, disparos de ametralladoras y sirenas de emergencia. Ante el feroz acto, las críticas no se hicieron esperar. A los días se conocieron cartas conservadoras señalando la interpretación poco ortodoxa por parte del artista, como si se tratase de un irrespeto patrio, ante lo cual Hendrix declaró: “No me pareció poco ortodoxo, me pareció hermoso. Es el himno de mi país, el que cantaba en el colegio. Me devolví a esos años de infancia”.

Hendrix fue un ícono contracultural y no era que esto le gustara mucho. A finales de los años 60, con menos de 30 años encima, era una estrella del rock, de raza mixta, quien además había ido al ejército (no por voluntad propia) siendo testigo de abusos raciales y opresión. También fue un asiduo conquistador de nuevos terrenos en lo musical, siempre buscando salirse de las estructuras impuestas por la rigidez sonora de aquellos tiempos, logrando no solo crear un estilo propio sino un gran legado que nos tiene hablando de él 50 años después de su partida.

 

Pero volviendo a su interpretación del himno, el hecho que hizo diferente su acto fue lograr mezclar protesta y horror, con patriotismo y esperanza, frente a cientos de personas cansadas de injusticias, convencidas de que era hora de cambiar y que el futuro podría ser mejor.

Esta no era la primera vez que el músico experimentaba con el himno de su país. Se dice que lo llegó a hacer cerca de 70 veces, siendo la última en agosto de 1970 en Hawai, un mes antes de su muerte. A esta interpretación Hendrix solía llamarla “This is America”, cambiando sus arreglos y distorsiones, e introduciéndole apartes de otras manifestaciones patrióticas como la melodía que acompaña los funerales militares.

La intención de Jimi Hendrix con la transformación de su himno no era otra que reflejar lo que sucedía en su país mientras transcurrían los años 60. Un sentimiento patriótico que se convirtió en miedo y desazón, en medio de un festival donde los asistentes provenían de una nación sumida en la contradicción, pero también una comunidad capaz de unirse, en torno dos palabras que se convirtieron en un símbolo de revolución: paz y amor.

 

Hendrix quería a su país, lo amaba, y al mismo tiempo detestaba su Gobierno. Se sentía orgulloso por obtener su parche de Screaming Eagles, que lo acreditaba como paracaidista oficial del ejército norteamericano, y se sentía bien no por el hecho de haber pertenecido a la milicia, sino por el hecho de haber podido volar por los cielos, una sensación que llegó a comparar con tocar la guitarra. A la vez, no encontraba razón alguna en la guerra, y en medio de su personalidad pasiva, reflexiva y tímida, logró evolucionar su forma de pensar y su espiritualidad a un nivel poco probable para su época. 

Jimi tal vez no pertenecía a este mundo. Se pasó su vida escuchando sonidos en el aire y en su imaginación, música que trató de bajar para que nosotros la escucháramos también con una sola consigna: ser libres

Jimi Hendrix falleció el 18 de septiembre de 1970 a sus 27 años de edad a causa de una sobredosis de fármacos que le ocasionaron una broncoaspiración y un posterior y fulminante enfisema pulmonar.


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